jueves, 21 de agosto de 2008

Una visión diferente desde la Argentina del conflicto de Botnia

Extractado de "LA IZQUIERDA NACIONAL" ( de Argentina)


Miente, miente… que algo quedará. Si ese algo son 810 millones de dólares, lo pensaremos…

MARIELA GARCÍA

La asamblea ciudadana ambiental de Gualeguaychú reparte folletos y hace declaraciones inexactas o directamente mentirosas. El gobierno repite discursos errados. La actual Secretaria de Medio Ambiente, que supo ser presidenta del CEDHA —una ONG ambientalista, financiada fundamentalmente por dinerillos internacionales— ya no es tan terminante como cuando fogoneaba a los asambleístas, pero todavía sostiene burradas. Y todos sufren (y nos obligan a padecer) un proceso de sordera fenomenal.

Repasemos lugares comunes:

• “El gobierno del Frente Amplio impulsará el desarrollo de la industria papelera nacional”

¿Palabras de Tabaré Vázquez? ¿De Danilo Astori? ¿Del Pepe Mujica? No. Palabras del General Liber Seregni, fundador del Frente Amplio, allá por el 18 de julio de 1971.

Una de las “verdades” que han instalado los asambleístas de Gualeguaychú es que el Frente Amplio prometió una cosa en campaña (proteger el medio ambiente) y ahora está haciendo lo contrario. Una de las virtudes del buen papel es que conserva intacto por largo tiempo lo que se haya escrito en él. Y por cierto, una de las virtudes del Uruguay es tener una política ambiental mucho más cuidada que la de Argentina…

Ya en el 2004, antes de las elecciones pero en plena campaña, el Informe de la Sub Unidad Temática de Forestación e Industrias Privadas para la Comisión Integrada de Programa del EP-FA decía:

“…sería muy importante para el sector forestal nacional, se concrete la instalación de planta celulósica, como medio de mejorar la viabilidad del manejo silvícola de los bosques cultivados. Lo que sí se debe dejar en claro es que se van a dar las facilidades necesarias para que se realice la inversión, pero no de cualquier manera”. También decía: “el Estado debe controlar. Y esto implica —entre otros aspectos— un estricto y continuado control ambiental. La instalación de una planta celulósica de tecnología actualizada es importante por varios aspectos, de los cuales destacaremos dos: por un lado, abre la posibilidad de utilizar los desechos normales que se producen en instalaciones de aserrado o de debobinado; por otra parte, abre mercado para el uso de diámetros menores que se obtienen en la cosecha de árboles con diámetros aserrables. Ninguno de esos aspectos están resueltos en la actualidad en nuestro país y sería deseable que se facilite la instalación de ese tipo de industria. Pero el Estado debe fijar dónde, cómo y a qué costo ambiental hacerlo, no para trancar, sino para que el sector forestal tenga en definitiva un desarrollo armónico.” Exactamente lo que el gobierno uruguayo está haciendo. Exactamente lo que dijo en campaña, aunque algunos sectores minoritarios del propio Frente Amplio tuvieran una perspectiva diferente.

• La tecnología ECF está prohibida en Europa

Es en realidad la tecnología más utilizada, especialmente en “países limpios”, como los nórdicos. Sólo en Alemania se utiliza mayoritariamente el método totalmente libre de cloro (TCF), pero en la actualidad han comenzado a discutirse algunas de sus consecuencias ambientales como negativas, por lo que en general se considera a la tecnología ECF como más segura. La tecnología TFC, que es la única que los grupos ambientales aceptan, consume mayores cantidades de energía, y recientemente se han presentado evidencias de que aporta metales pesados al agua, además de producir modificaciones en el balance de las hormonas masculinas de los peces. Como se ve, no todo el asunto gira alrededor del cloro.

Lo que sí está prohibido en Europa es el uso del Cloro Elemental, la forma más vieja de blanqueamiento (desde principios de este siglo, más o menos), tecnología con la que trabajan todavía casi todas las pasteras de Argentina, muchas de las cuales se encuentran sobre el cauce del Paraná.

• La tecnología ECF es fuente de dioxinas y furanos

Ciertamente, pero de lo que no se habla es de la concentración necesaria para que se vuelvan un riesgo para la salud y el medio ambiente. El secreto de la generalización está en el ocultamiento de la información. Las pasteras producirán dioxinas y furanos, pero si el proceso de tratamiento de efluentes es correcto —todo parece indicar que así es, ya que se señala incluso la utilización de un ECF mejorado— las contribuciones al ambiente se harán a niveles despreciables.

De todos modos, veamos más de cerca el tema dioxinas.

Las dioxinas son compuestos químicos tóxicos que el hombre obtiene como substancia secundaria no deseada, como producto residual general y mayormente en pequeñas cantidades. Por supuesto, debería minimizarse la liberación hasta niveles despreciables, pero la "“Dioxina Cero”, como algunos pretenden, no tiene sentido. Si queremos realmente alcanzar el nivel cero, deberíamos suspender toda la calefacción que funciona con combustibles fósiles, todo el tráfico, cerrar todas las fábricas, tanto si usan cloro como si no, porque debido a todo ello se aportan al aire, al agua y a la tierra, ínfimas cantidades de dioxinas y trazas de otros compuestos químicos. Y por fin, pero no por ello menos importante, deberíamos parar el ciclo de la Naturaleza, porque esta produce dioxinas debido a los incendios naturales y a la biodegradación de la madera. Las “infernales” dioxinas se generan de modo habitual en la industria del cemento; en la fabricación de herbicidas; en la fundición del hierro y acero, especialmente aquellas industrias que utilizan chatarra, comprobadamente el mayor impulsor de dioxinas a escala mundial con un 54 % del total. También se originan durante los procesos de combustión del caucho y de los productos petrolíferos, incluyendo los gases procedentes de motores de gasolina con o sin plomo, con o sin convertidores catalíticos y diesel; niveles más altos han sido medidos para los hornos de reciclaje de aluminio y cobre; los jabones líquidos han sido identificados como una fuente de dioxina en lodos de aguas residuales; las reacciones de encimas y la luz ultra violeta convierte también algunas substancias químicas depositadas en los lodos en dioxinas; las emisiones de las estaciones de energía de combustibles fósiles; los sistemas de calefacción doméstica; las incineradoras de deshechos hospitalarios; y los calentadores de encendido a gas que también emiten dioxinas. Todo el material que se recicla a altas temperaturas desprende dioxinas, y cualquier material que pueda quemarse desprenderá dioxinas cuando se queme por accidente o se incinere, dependiendo esto último de la calidad del incinerador, la temperatura de incineración y la aplicación de las nuevas tecnologías que también las hay en este campo. Recientes investigaciones indican que las dioxinas pueden formarse en el proceso de creación del abono compuesto, reforzando la hipótesis de que la descomposición natural de materiales orgánicos en los jardines, campos y bosques emiten de forma natural importantes cantidades de dioxinas. (Sí, como lo pensaron: ya hay papers ecologistas que señalan que la ganadería es altamente contaminante!).

• La industria papelera es la más contaminante por dioxinas y furanos

No sólo no es cierto, sino que probablemente sea una de las industrias que menos contribuye. Para ser coherentes con la prohibición de las pasteras deberíamos eliminar también, (y pensemos en volver a las cavernas):

  1. Incineradoras de desechos, incluidas las coincineradoras de desechos municipales, peligrosos o médicos o de fango cloacal;
  2. Desechos peligrosos procedentes de la combustión en hornos de cemento;
  3. Los siguientes procesos térmicos de la industria metalúrgica: i) Producción secundaria de cobre; ii) Plantas de sinterización en la industria del hierro e industria siderúrgica; iii) Producción secundaria de aluminio; iv) Producción secundaria de zinc.
  4. Dioxinas y furanos pueden también producirse y liberarse a partir de las siguientes categorías de fuentes, en particular: a) Quema a cielo abierto de desechos, incluida la quema en vertederos; b) Procesos térmicos de la industria metalúrgica no mencionados en la parte ii; c) Fuentes de combustión domésticas; d) Combustión de combustibles fósiles en centrales termoeléctricas o calderas industriales; e) Instalaciones de combustión de madera u otros combustibles de biomasa; f) Procesos de producción de productos químicos determinados que liberan de forma no intencional contaminantes orgánicos persistentes formados, especialmente la producción de clorofenoles y cloranil; g) Crematorios; h) Vehículos de motor, en particular los que utilizan gasolina con plomo como combustible; i) Destrucción de carcasas de animales; j) Teñido (con cloranil) y terminación (con extracción alcalina) de textiles y cueros; k) Plantas de desguace para el tratamiento de vehículos una vez acabada su vida útil; l) Combustión lenta de cables de cobre; m) Desechos de refinerías de petróleo.

• La industria del papel acabará con los árboles de la región.

Finlandia es el país más forestado de Europa. El 75% de su superficie está cubierta de bosque natural. Tiene 19 fábricas de pasta celulosa, su mayor industria nacional. Esto se logra, naturalmente, con una tasa de corte inferior a la de replantación. Argentina supo tener una política forestal, y el sector está reclamando a gritos que el Estado, conjuntamente con un sector potencialmente interesante por sus ventajas comparativas para la industria del país, se dé una política nacional al respecto.

Las plantaciones en tierras degradadas por el uso agrícola o la deforestación, proporcionan servicios como control de la erosión o absorción de dióxido de carbono, además de suministrar una fuente de productos forestales y fibras.

Lo importante es lograr el equilibrio entre los bosques naturales e implantados. En Misiones, por ejemplo existen unas 500.000 has. de bosques naturales protegidos, y algo de 300.000 has. de plantaciones.

Uruguay tiene una política forestal de largo plazo. Argentina supo tenerla. En el año 1943 se creó la Dirección Forestal, que representó el primer reconocimiento de la importancia del recurso forestal dentro de la economía nacional. Durante los cinco años en que funcionó se inventariaron los bosques con el fin de aprovecharlos bajo normas silvoculturales que permitieran regular la marcha de las cortas, evitando talas indiscriminadas. También se incrementó la ejecución de investigaciones en materia de tecnología e industrias forestales, la protección y lucha contra incendios de bosques, implementación de viveros específicamente forestales e instalación y funcionamiento de Estaciones Experimentales para investigaciones silvícolas. Hacia 1948 se sancionó la Ley de Defensa de la Riqueza Forestal, con el fin de dotar a la Nación de un instrumento para encarar políticas forestales de carácter integral. Así se creó la Administración Nacional de Bosques (ANB). El objeto fundante, entre otros, era ordenar el aprovechamiento de bosques fiscales, naturales y privados bajo el criterio de renta sostenida en el tiempo (de verdad, no como el desarrollo sustentable del Banco Mundial). La ANB se transforma en Servicio Forestal Nacional en 1969, y hacia 1973 éste pasa a ser Instituto Forestal Nacional (IFONA).

Perdonen la historia, pero miren si no valía la pena conocer algunos de sus objetivos: “lograr el mayor abastecimiento interno de maderas, pastas celulósicas, papeles y demás productos forestales, mediante el aprovechamiento equilibrado de los bosques nativos, incremento en obras de forestación con especies de rápido crecimiento y radicación de actividades transformadores, todo ello con resguardo del medio ecológico y bienestar general del país”.

Ni siquiera la dictadura militar se animó a hacer lo que sí haría el neoliberalismo más exacerbado. Como ocurriera con la energía, la minería, los puertos y todas las empresas del estado, se disolvió el organismo en octubre de 1991, y se lo desguasó en tres sectores que pasaron a dependencias diferentes. El enfrentamiento técnico entre “bosques implantados” y “bosques naturales” (imposible por definición, porque una política que se precie debe tener en cuenta a ambos integradamente) subsiste hasta hoy, y ni siquiera la parodia cajoneada de Ley de Bosques redactada por Bonasso (todo un experto en esto) le pone remedio. Seguimos siendo una caricatura de país, pero andamos por ahí con el dedo levantado señalándole a los demás qué deben hacer…

• Los países más desarrollados quieren trasladar su contaminación a los menos desarrollados

La zoncera de fondo se ve a la legua: no somos capaces de tener un estado fuerte, que controle y planifique. Tenemos una incapacidad orgánica —nos convence la clase dominante y el medio pelo compra— para ser transparentes. Es el ADN de los argentinos, ya somos así. Y como los uruguayos son casi argentinos… Lo heredamos de España, ¡qué le vamos a hacer!

Muchas mentiras no hacen una verdad, y esta es una colección de mentiras. Somos perfectamente capaces, lo fuimos antes, ¿por qué no podríamos ahora? En el fondo el objeto de ese discurso es uno, y uno solamente: que estas latitudes no rompan con el modelo dependiente, que no se industrialicen, que sigamos siendo “el reservorio”. A la rentística y parasitaria clase dominante le viene de perillas convencernos. Aunque después agiten la zanahoria de Canadá y Australia, que ¡cómo han crecido porque son serios! Bueno, ambos son fuertes productores de celulosa. Eso sí: la seriedad se acaba en cuanto sacamos del ropero la energía atómica, o cualquier otro intento de industrialización de verdad.

En cuanto a la contaminación que pretenden “exportarnos” los finlandeses, si pensamos que tienen 19 pasteras en 338.000 km2 —nosotros tenemos 3.761.274 km2 y 9 pasteras de las más contaminantes—, y aun así ocupan el primer puesto en el Índice de Sustentabilidad Ambiental del 2005 (ESI), no se termina de entender de qué contaminación nos hablan. Traen la misma tecnología que utilizan en su casa. Habrá que controlarlos, sin duda. Así y todo, la explicación de su “generosidad” es sencilla: un eucalipto tarda 7 años en crecer en estas latitudes, contra los 30 años de su propio país. Eso no significa que Argentina, ni Uruguay, deban convertirse en los fantasmagóricos “desiertos verdes” que pregonan los fanáticos ambientalistas. Significa que para explotar nuestras ventajas comparativas hay que ser serios, planificar y controlar. Y dejarse de paparruchadas.

• No se realizaron estudios de impacto ambiental serios y responsables

Hay científicos argentinos y uruguayos, no comprometidos con el proceso económico que implica la instalación de las pasteras, ni comprometidos con la industria papelera en general, que han elaborado un informe conjunto —por encima de las trabas burocráticas que parecen impedir en vez de buscar el diálogo, especialmente desde este lado del río— donde se demuele no sólo la inexistencia de informes ambientales serios, sino también la parodia de informe presentado por Pérez Esquivel y realizado en Italia (donde no hay una sola pastera, por cierto). También el Presidente del INTI Argentino, así como muchos otros científicos “independientes” aseguran que el problema no es la instalación de las pasteras, ni su tamaño —de nuevo, lo importante es la concentración de sustancias—, sino el control adecuado del tratamiento de efluentes.

La posición Argentina es tan autista que ni siquiera cuando la constitución del GTAN (Grupo de Trabajo de Alto Nivel, binacional) pudo presentarse un informe conjunto con Uruguay. Argentina presentó el suyo separadamente, y se negó a conversar con técnicos de Botnia, que se ofrecieron a evacuar personalmente sus dudas. “La Delegación Uruguaya incluso propuso a los técnicos de la Delegación Argentina mantener una reunión de trabajo conjunta con los técnicos proyectistas de las propias empresas, a fin de poder evacuar en forma más directa las dudas que la Delegación Argentina aun mantenía. Vale consignar que esta propuesta no fue finalmente aceptada por la Delegación Argentina.”

Por cierto, sólo Uruguay está cumpliendo actualmente con las obligaciones de la CARU (Comisión Administradora del Río Uruguay), monitoreando el estado actual del agua, aire y ambiente del río.

• El funcionamiento de Orión (la planta de Botnia) afectará las aguas del Río Uruguay

Bueno… Semejante simpleza podría llevarnos a establecer otras verdades de perogrullo, como que “instalar una metalúrgica afectará el aire de Zárate”, o “recuperar Río Santiago para el arreglo de barcos afectará el agua de La Plata”. Este tipo de afirmaciones muestra claramente el sesgo antiindustrialista que estos grupos, bajo la aparente preocupación por el medio ambiente, ocultan.

Podríamos mirar la realidad finlandesa, y pensar. El Río Vuoksi es un curso de agua binacional que nace en el lago Saimaa, en el SE de Finlandia y descarga sus aguas en el lago Ladoga, en el SO de Rusia, siendo el segundo tributario de este lago en importancia. El Río Vuoksi es un río corto con un recorrido total de 140 km y caudal promedio de 600 m3/s. Los primeros 13 km están en territorio finlandés. En esa distancia hay una planta productora de papel y tres plantas de celulosa. De ellas, la más pequeña pertenece a la empresa Botnia con una producción anual de 600.000 ton/año. La suma de la producción por año de estas empresas ronda los 4.000.000 de toneladas. Si tenemos en cuenta el caudal promedio del Río Vuoski nos percatamos que es diez veces más pequeño que el caudal del Río Uruguay, que tiene 6.000 m3/s a la altura de Fray Bentos (exactamente 6.231 m3/s caudal promedio de 20 años de registro). ¿Será posible? ¿Cómo pueden producir más del doble de celulosa al año y no contaminar un curso de agua 10 veces menor? Con inteligencia, siguiendo estrictas normas ambientales, aplicando sistemas y certificaciones de gestión ambiental. Nosotros también podemos.

• El puerto de Botnia es ilegal

Cómo puede ser ilegal un puerto establecido en el área territorial de otro estado, que además autorizó el puerto? ¡Podríamos dar vuelta la media y decir entonces que el selecto Ñandubayzal es ilegal! (porque también contribuye con desechos al río, conste).

• El valor de las propiedades inmobiliarias descenderá “inevitablemente”

Por fin un argumento sin careta. Todo el problema parece resumirse, finalmente, en esta cuestión inmobiliaria: para que las propiedades en Gualeguaychú no se deprecien, Argentina debe hipotecar el Mercosur y obstaculizar el proyecto de desarrollo a largo plazo de un país hermano. Para que la gente del selecto balneario de Sánchez Álzaga esté feliz, debe declararse molesta una chimenea de 115 m. ubicada a 13,1 km., que apenas será “divisable” —a menos que uno use un teleobjetivo de 300 mm., como la interesadísima foto que publicó La Nación—. (Mucho menos se verá desde el corsódromo, que está bastante más lejos). Y para que nada turbe el delicado olfato argentino cuando la planta pare o reinicie actividades —momentos esporádicos, no sistemáticas de todos los días, en que sí se produce el tradicional olor a “huevo podrido”— la solución es no instalar las papeleras. Que se entienda. No a la instalación de las papeleras (una estupidez, especialmente ahora que Orión está casi construida).

Veamos la autoridad moral de tan selectos objetores de conciencia (y avergoncémonos de que esto sea parte de un informe oficial): en el informe del GTAN por Argentina, con membrete de Cancillería, y en la página 33 bajo el último punto —Impacto socioeconómico— se lee:

“La delegación argentina presentó en la novena reunión del GTAN sus estimaciones preliminares sobre el probable impacto socio-económico de las plantas de celulosa, fundados en las consideraciones generales de los estudios y experiencias en otros casos, la potencialidad de desarrollo integral y sustentable de los diferentes ecosistemas del área y los datos contenidos en las autorizaciones preliminares otorgados por la autoridad ambiental de la República Oriental del Uruguay. El estudio que se anexa a este informe muestra los daños que se producirían por depreciación de los inmuebles rurales y urbanos tomando como referencia datos de otras localizaciones, el valor actual del lucro cesante que se acumularía en los 14 primeros años de funcionamiento de las plantas, las pérdidas en turismo, y las pérdidas de productividad por el impacto de la lluvia ácida. Estos rubros importan la suma de 813 millones de dólares. A esto deberá adicionarse la estimación monetaria de los costos en materia de salud y eventual limitación de la expectativa de vida, posibles limitaciones comerciales para la colocación de productos alimentarios tradicionales por la acumulación de dioxinas y furanos, e impactos posibles originados por los residuos sólidos sobre cuyo manejo no hay aun repuestas suficientes, como se indica precedentemente.”

¿Y dónde está el estudio de impacto ambiental independiente para sostener estas cosas? ¿O es que solamente Uruguay debe garantizar probidad en sus análisis? ¿Cómo es posible que un organismo oficial del Estado Argentino caiga en este tipo de chantajes futboleros?

¿Pérdidas en turismo, lucro cesante, lluvia ácida? Finlandia, quien comparte con Suecia la condición de mayor productor de pulpa celulósica de Europa, es, sin embargo, un país receptor de turistas de todas partes del mundo. En el año 2004 ingresaron a Finlandia casi 5 millones de visitantes extranjeros, prácticamente un turista por cada habitante del país.

Lo del gobierno argentino es impresentable.

Gualeguaychú no es una causa nacional: es una vergüenza nacional.

Y lo que está en juego es el destino de la nación latinoamericana, cuyo brote, vapuleado por la estupidez, la ignorancia y la politiquería barata, es el MERCOSUR.

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