miércoles, 17 de septiembre de 2008

LA ENCRUCIJADA DE AMÉRICA LATINA

Niko Schvarz

América Latina vive una coyuntura peculiar. Desde comienzos del nuevo siglo y milenio se ha producido un aluvión de grandes acontecimientos, que en conjunto han llegado a configurar un cambio de época en el continente por el acceso de la izquierda, de un vasto abanico de fuerzas avanzadas y progresistas, a los respectivos gobiernos.
Es un momento augural y preñado de la perspectiva de nuevos avances, el más significativo desde que la revolución cubana abriera un nuevo período histórico en el continente y planteara la construcción del socialismo como una posibilidad real que otros pueblos podrán alcanzar con su lucha y su unidad.
En este camino se han producido en el último período nuevos aportes, como el triunfo electoral del PLD en la República Dominicana y el acceso de Fernando Lugo a la presidencia de Paraguay, quebrando más de 60 años de hegemonía incompartida del Partido Colorado.
Pero éste a la vez, es el momento en que las antiguas clases dominantes y el imperio que las sustenta aspiran a revertir la situación, impedir que se consolide y retornar al “ancien régime”. Creen llegado el tiempo de la contraofensiva restauradora.
Y por tanto sonó la hora de cerrar filas para detener el retroceso (equiparable a que en Uruguay retornaran los Sanguinetti, Lacalle y Jorge Batlle para cerrar el paso a un segundo gobierno del Frente Amplio) y afianzar a los gobiernos de las fuerzas de izquierda, los lazos de unión, solidaridad y colaboración entre ellos y los procesos de integración de América Latina, asentada quizá en su primera etapa en América del Sur como pilar fundamental.

América Latina es hoy el escenario de la lucha entre estas dos tendencias contrapuestas.

DE NORTE A SUR

En el último período se ha generado una creciente fraternidad y un acercamiento entre los gobiernos progresistas, los movimientos sociales y los pueblos de nuestros países, y una tendencia general favorable a la unión de América Latina como un todo único en una integración continental y también en formas diversas de unión regional.
Estas influencias recíprocas, contactos benéficos y creación de un clima general favorable a los cambios se han expresado en las victorias en elecciones sucesivas, incluso en el plano regional y local, y en el estrechamiento de vínculos en diferentes aspectos entre los gobernantes de nuestros países, antes aislados y separados, incluso en sus infraestructuras (que ahora se trata de mejorar sustancialmente).
Ha habido cierto factor de arrastre, incluso de contagio en el buen sentido del término, de un país a otro. Estos factores positivos están llamados a prevalecer sobre diferendos ocasionales, contradicciones irresueltas de largo tiempo atrás, desenfoques en problemas bilaterales e incluso discordancias en actuaciones en organismos multilaterales.

En el terreno de la integración continental, la creación de la UNASUR (Unión de Naciones Sudamericanas) representa un cambio cualitativo.
La piedra fundamental se colocó en mayo 2008 en Brasilia con participación de los presidentes de todos los países de América del Sur, incluidos Guyana y Surinam.
Esta propuesta permite tratar el tema de la integración en un plano superior, así como la necesaria coordinación y convergencia de sus diversos instrumentos regionales.
A fin de este año se llegará a una consolidación de sus estructuras básicas.
A ella se asocia otra iniciativa trascendente y absolutamente novedosa: la creación de un Consejo Sudamericano de Defensa que, a diferencia de todas las estructuras anteriores en esta esfera, deja totalmente afuera a Estados Unidos.
También se han dado ya los primeros pasos en la puesta en marcha de un Banco del Sur.

En una nota anterior mencionamos la resolución sobre estos temas adoptada por el XIV Encuentro del Foro de Sâo Paulo efectuado en mayo pasado en Montevideo, que dice así: “Saludamos y apoyamos firmemente la creación de la UNASUR como eje de una futura unidad política de los países y pueblos de América del Sur, y la propuesta de la creación de un Consejo Sudamericano de Defensa. Su fortalecimiento permitirá avanzar en la creación de una organización permanente integrada únicamente por los países de América Latina y el Caribe, sin exclusiones”.

DOS COMPARACIONES

Esta nueva realidad de América Latina se advierte con mayor precisión si se compara con el panorama prevaleciente en las décadas de los 70 y los 80, signadas por una sucesión de dictaduras militares promovidas por sucesivos gobiernos de los Estados Unidos, y con el período siguiente, caracterizado por el dominio incompartido de las doctrinas y las prácticas del neoliberalismo y el “`pensamiento único”.

Existe por otra parte un vívido contraste entre la nueva realidad política de América Latina y la de Europa. De los 27 países que han pasado a integrar actualmente la Unión Europea, 21 tienen gobiernos de derecha e incluso de ultraderecha, con un fuerte componente xenófobo y racista, como se advierte en la nueva ley de inmigración que constituye una agresión incalificable contra nuestros pueblos (y también los de otros continentes, en particular los africanos).

EL PASADO QUE VUELVE O EL PELIGRO DE LA RESTAURACIÓN

Ante este panorama que se ha venido consolidando en la última década (si contamos a partir de la elección de 1998 que llevó a Chávez por primera vez a la presidencia, seguida por la elección de elección y reelección de Lula), vemos desplegarse un intento de contraofensiva por parte de las antiguas clases dominantes que se proponen definidamente reconquistar el gobierno de sus países, y por el gobierno de Bush en sus postrimerías.
Ésta se expresa en el intento de transplantar a nuestro continente una política de militarización y guerra preventiva, que se basa en el Plan Colombia y otros similares y complementarios (Iniciativa Mérida, plan Balboa), en la extensión de las bases militares, en la resurrección de la IV Flota que, por más que se empeñen en disimularlo el jefe del Comando Sur, almirante James Stavridis, y el subsecretario para Asuntos Hemisféricos, Thomas Shannon, es un instrumento del intervencionismo que los latinoamericanos conocemos desde el siglo XIX.

Colombia es utilizada como cabecera de puente de esta política belicista. Lo prueba la cruenta invasión a territorio ecuatoriano el 1º de marzo 2008 y la pérfida violación de las convenciones internacionales en los posteriores operativos de rescate.
Es éste el principal factor de riesgo para la estabilidad y la paz en la región, lo que sitúa en primer lugar la necesidad de bregar por el acuerdo humanitario hacia la paz en Colombia como primordial obligación solidaria de nuestros pueblos.
Ya mencionamos los términos de la Declaración final del XIV Encuentro del FSP a este respecto: “Cerraremos filas para impedir que el concepto de guerra preventiva que ha bañado de sangre y destrucción a otros pueblos y zonas del mundo se instale en nuestro continente”.

El otro gran tema, que se ha exacerbado, es el gravísimo riesgo de la secesión en Bolivia, de la pérdida de la unidad territorial por obra de la oligarquía de un conjunto de departamentos de la “media luna” que en formas ilegal promovieron los llamados “referendos autonómicos”, dotados de un exacerbado componente racista (lo que Emir Sader denominó el “racismo separatista”), que se expresó en acciones vandálicas de grupos de choque al estilo fascista contra los indígenas y campesinos en Sucre, Santa Cruz y otras localidades.
El objetivo es separar esos departamentos del poder central, dotar a sus prefectos de plenos poderes usurpando las atribuciones del Poder Ejecutivo que los bolivianos pusieron en manos de Evo Morales en diciembre 2005 con 1:544.374 votos, el 53,74% del total.
El gobierno respondió convocando los referendos del 10 de agosto, que se realizan derrotando todas las maniobras urdidas con el objetivo de suspenderlos por parte de los prefectos secesionistas.
Escribimos estas líneas unos días antes de su realización, y prevemos que las posiciones del gobierno de Evo Morales se verán reforzadas, y la posibilidad de que algunos de los prefectos opositores sean revocados.
Ello es así, a pesar de que a última hora la Corte Nacional Electoral (CNE) varió las reglas del juego a favor de los prefectos, aumentando el porcentaje de votos requeridos para su destitución. En este último caso, a pesar de que el presidente tiene la facultad constitucional de designar a los reemplazantes, Evo Morales anunció que promoverá una nueva elección.
Para que el pueblo, una vez más, decida con su voto. Después llegará el turno de someter a plebiscito popular la nueva Constitución Política del Estado, aprobada en diciembre pasado por la Asamblea Constituyente con los votos en contra de la oposición, que también se niega a que sea sometida a plebiscito popular.

Estos propósitos secesionistas (o divisionistas, que pretenden la balcanización del país) no son exclusivos de la oligarquía boliviana, sino que se verifican asimismo en la región de Guayaquil en Ecuador y en el estado petrolero de Zulia en Venezuela.

LA IV FLOTA DE INTERVENCIÓN

Los legisladores del Parlamento del Mercosur aprobaron el martes 29 de julio en Montevideo una declaración de rechazo a la presencia de la IV Flota de Estados Unidos en aguas de Sudamérica, al tiempo de subrayar que la región es pacífica y democrática y resuelve sus conflictos “de forma negociada” y en base al “principio de no intervención”.
La declaración conjunta destaca que la presencia de este contingente militar estadounidense implica “la militarización de conflictos y problemas regionales”, así como puede derivar en “un inseguridad hemisférica y comprometer la integración de América del Sur y del propio Mercosur”.
El Parlasur está compuesto por 18 parlamentarios de los países miembros (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), más Venezuela, cuyo proceso de admisión plena está pendiente de la ratificación de los parlamentos de Brasil y Paraguay, lo que por otra parte fue reclamado en la propia reunión.
En el debate se sostuvo que la reactivación de la IV Flota es absolutamente innecesaria e inoportuna en las actuales circunstancias mundiales y regionales, y se señaló la coincidencia de que la misma se produzca cuando se anuncia el descubrimiento de reservas sustanciales de petróleo y gas en las plataformas continentales de Brasil y de Uruguay.

La IV Flota, que reanudó sus actividades el pasado 1º de julio, tiene su base en Mayport, Florida, y su jefe es el vicealmirante Joseph D. Kerman, con amplia trayectoria en grupos de operaciones especiales de la marina de guerra.
Fue creada en plena II Guerra Mundial (1943) para proteger las aguas continentales de los ataques de los submarinos nazis, que lograron hundir varios buques y transportes petroleros y torpedearon en febrero de 1942 al buque de bandera brasileña “Buarque” en el puerto de La Guaira.
Un lustro después del fin de la guerra, en 1950, fue desmantelada y sus unidades pasaron a otros destinos. Se reactiva justamente ahora, 58 años después, y no por azar, en una situación de tenso enfrentamiento de la potencia imperial con Venezuela y con Cuba, en otro plano con Ecuador y con Bolivia, y cuando está agudamente en tela de juicio su política respecto al continente en su conjunto.

Fidel Castro la bautizó como “la IV Flota de intervención”, “una fuerza intervencionista y amenazante”, y señaló que “los portaaviones y las bombas nucleares con que amenaza a nuestros países sirven para sembrar el terror y la muerte pero no para combatir el terrorismo y las actividades ilícitas”, que son los pretextos invocados, como siempre.
Esta IV Flota rediviva va a operar en conexión con el Comando Sur, que agrupa al conjunto de las fuerzas armadas de EEUU destinadas a América Latina y el Caribe.
Se ha señalado la participación directa de dicho Comando Sur, con toda la tecnología de punta disponible, en la invasión del territorio ecuatoriano por parte de tropas colombianas el 1º de marzo y la masacre consiguiente.
Los hechos se inscriben en la exacerbada política belicista del presidente Bush sobre el final de su mandato, causa principal de que su nivel de aceptación esté a nivel de sótano.
Tampoco olvidamos las más recientes intervenciones militares de los “marines”: en la República Dominicana en abril 1965, en la isla de Granada en 1983, en Panamá en diciembre 1989, con las masacres en Los Chorrillos cuyas huellas todavía persisten.

EL “GO HOME” DE MANTA

Esto nos conduce al tema de la base de Manta. El gobierno de Ecuador notificó al de EEUU que en noviembre de 2009 no debe quedar ningún soldado norteamericano en dicha base militar, que le fue concedida por el gobierno de Jamil Mahuad (el mismo que dolarizó la economía) en noviembre de 1999, con un máximo de 475 militares.

El retorno de esta base a la soberanía ecuatoriana fue un aspecto central de la campaña electoral que llevó a Rafael Correa a la presidencia, y en la nueva Constitución emanada de la Asamblea Constituyente se estampa con todas las letras (artículo 5) que Ecuador es un territorio de paz, que no permitirá la instalación de bases militares extranjeras, ni su uso, en una clara reafirmación de la soberanía nacional. La Constitución será sometida a plebiscito popular el 28 de setiembre.
También en este caso el gobierno de Estados Unidos alegaba que la base estaba destinada a la lucha contra el tráfico de drogas, aunque en realidad se utilizó para intervenir en el conflicto interno en Colombia.
Los aviones que desde allí despegaban sobrevolaban Ecuador e ingresaban a territorio colombiano, participando en acciones militares y actividades de inteligencia contra las FARC.
A tal punto que los aparatos que perpetraron la masacre del 1º de marzo en territorio ecuatoriano salieron de Manta y, cumplida la misión, regresaron a ella. Por otra parte, en relación al narcotráfico, el ministro ecuatoriano de Seguridad Interior y Exterior, Gustavo Larrea, sostuvo que los éxitos logrados en ese campo son en absoluto independientes de las actividades de la base; y además, las operaciones de la base en ese aspecto fueron delegadas a la empresa Dyncorp, una de las firmas que contrata mercenarios y que en este caso también estaba encargada de las fumigaciones con glifosato, que significan la muerte de los cultivos, en la frontera colombo-ecuatoriana.

En el contexto latinoamericano, EEUU intentará compensar la pérdida de la base de Manta presionando a otros gobiernos y en primer lugar al de Colombia, su principal aliado en la región, donde ya tiene montadas las bases de Tres Esquinas y Larandia en Caquetá y de Arauca en Meta. Detenta bases en otros países, sin olvidar al centro de torturas de Guantánamo, ese puñal clavado en el costado de Cuba.

UN SÍMBOLO DE AMÉRICA LATINA

Por eso mismo, su expulsión de la base de Manta es un hecho relevante y de afirmación soberana de los países del continente.
Máxime porque antes EEUU debió abandonar las bases militares del Canal de Panamá y que la lucha del pueblo puertorriqueño los sacó de la base de Vieques.

Estos hechos en su conjunto son un símbolo de la nueva América Latina.

(Nota de Redacción): El colaborador en Internacionales, Niko, la escribió hace casi un mes, el mundo con su dinámica cambia mucho. Nos atrasamos en la salida, pero igual tiene plena vigencia.

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